top of page

CONOCER PARA AMAR

  • Jacqueline Tello
  • 23 sept 2017
  • 2 Min. de lectura

Todos tenemos un modo único y particular de ser y actuar en el mundo. Con la primera persona con la que tenemos que aprender a convivir es con nosotros mismos. La tarea de conocernos dura toda la vida, una persona plenamente consciente siempre está en busca de dar respuesta al interrogante ¿Quién soy?.


Si solemos experimentar disgusto por nuestro aspecto físico, desconfianza acerca de nuestras capacidades y posibilidades, indecisión e inseguridad, miedo, necesidad de aprobación por parte de todos, sensibilidad ante la crítica, sentimientos de inferioridad, timidez o insatisfacción… esto podría significar que necesitamos trabajar nuestra autoestima para emprender el camino hacia el autoconocimiento, la reconciliación con uno mismo y con los demás.

La autoestima no sólo hace referencia a la percepción que tenemos de nosotros mismos, ni a nuestra autovaloración, sino que, de un modo más perfecto y profundo, hace referencia a la aceptación incondicional de nosotros mismos como personas únicas e irrepetibles. ¿Qué tanto nos conocemos y aceptamos como personas en nuestros diversos roles? ¿En el aspecto académico y laboral? ¿En el aspecto físico? ¿Dentro de nuestra familia? ¿En nuestras relaciones con los demás? El grado en que poseemos esta aceptación incondicional de nosotros mismos influye en nuestras actitudes, decisiones y conductas, en nuestro nivel de satisfacción y en nuestras relaciones con los demás, nuestra salud mental y nuestra sensación de bienestar.

Participar de sesiones de terapia o consejería psicológica para trabajar nuestra autoestima nos puede ayudar a redescubrir nuestro potencial, aceptar nuestra vida y nuestra persona, mejorar nuestro nivel de satisfacción y nuestras relaciones con los demás y vivir una vida más plena y con sentido.

Necesitamos darnos un tiempo para nosotros, para mirarnos comprensivamente sin miedo, para hacernos plenamente responsables de nosotros mismos, para recorrer el camino hacia la valoración incondicional. Lo demás es vivir sin pensar, ocupando nuestro tiempo en muchas cosas para no experimentar la angustia de fondo de la insatisfacción y el sin sentido.

Podemos cambiar, arriesgarnos al cambio puede llevarnos a vivir en paz con nosotros mismos y con los demás. Este puede ser un viaje no tan corto, no tan cómodo, pero totalmente necesario y definitivamente fructífero.

“Señor, concédeme serenidad para aceptar todo aquello que no puedo cambiar, fortaleza para cambiar lo que soy capaz de cambiar y sabiduría para conocer la diferencia”

Reinhold Niebuhr


Comments


bottom of page